* Contenido original publicado en Artematopeya el 27 de marzo de 2012. (c) 2012-2020 Nacho A. Llorente.
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Miedo.
Fear (en inglés).
F-E-A-R.
Falsa Evidencia Aparentemente Real.
Por si no lo has observado: desde hace unos meses, está siendo reseñable el incremento de presencia uniformada en espacios públicos, medios de transporte y áreas de consumo.
¿Por qué?.
Pueden existir múltiples razones según las coordenadas espacio-tiempo que se apliquen. Pero, en este caso, parecen responder únicamente a uno de los sistemas de psico-control (o, sencillamente, propaganda) más comunes: el marketing del miedo.
Nos encontramos en un momento de la historia en el que el vaso del bienestar social parece estar a punto de rebosar. El sistema ha evolucionado hasta convertirse en una auténtica aberración descontrolada. Los políticos, una vez más, se han quedado con sus feos culos al aire. Se han dedicado mucho a la retórica, a su mochila personal y a salvaguardar su status quo y poco a ejecutar adecuadamente aquello por lo que se supone que reciben los votos y la representación social. No termina de llegar, aunque no deja de anunciarse, una nueva revolución francesa pero, esta vez, a nivel mundial. O, mejor, a nivel global.
Nadie está dispuesto a dejar que le guillotinen la cabeza. Algo habrá que hacer. Y la política, como ciencia estratégica que en el fondo es, o más bien los políticos disponen de sus herramientas.
Imagínate que vives en un país como España, en el que, después de años de despropósitos políticos en manos de un dirigente enfermizamente pueril y pretendidamente visionario, ocurre un cambio político y se termina por descubrir que todo está a medio pudrir entre demasiados casos de corrupción, apropiación indebida, tratos de favor y discursos vacíos que se han terminando transformando en enfermedad estructural crónica.
Imagínate que el nuevo gobierno, a la sazón una cohorte neoliberal disfrazada de equipo de corderos, ocupa su nueva casa con el apoyo de una mayoría (la misma que, inexplicablemente, le dará la espalda después convocando una huelga general… ¿en qué quedamos, mayoría?) pero se encuentra las huchas vacías y dice estar obligado a hacer algo para detener las presiones de las hordas globales, tanto económicas como institucionales.
Imagínate que el nuevo gobierno, entonces, en vez de desarrollar un plan estratégico innovador y enfocado al desarrollo a medio plazo, se limita a acometer una brutal estrategia de recortes de propiedad y de incrementos impositivos que comienza a invadir el espacio personal de todos los españoles, que, a pesar de entender que la macrosituación nos es desfavorable, empiezan a mostrar su hartazgo ante semejante asalto a mano armada.
Tú también estás empezando a estar harto, ¿verdad?. Quizás, hasta estás a punto de hacer algo. De reaccionar.
Pues justo ahora es cuando, tácticamente, procede que entre en juego el márketing del miedo.
De repente, las patrullas de policia municipal inundan las calles. Las empresas de seguridad despliegan sus efectivos en, prácticamente, todas y cada una de las estaciones de metro, tren y autobús. Los cuerpos de seguridad de todo tipo están por todas partes, incluidos los espacios dedicados al consumo para viralizar al máximo la evidencia de su presencia.
¿Por qué?
Pues porque la política no es esa práctica social, objetiva, limpia, humanista y facilitadora que habría de ser. La política no es más un planeta imaginario que responde más a intereses propios que ajenos y que jamás (o casi) permite que una amenaza sobre su poder personal, social o económico se convierta en un peligro real y menos si procede de la población a la que representa. Y, para ello, se sirve de todas las herramientas que ha generado con esfuerzo y fruición el conocimiento humano. Como las ciencias cognitivas, entre otras.
Cuando muchos miles de personas empiezan a sentir cada vez más cerca que el estado personal de bienestar económico, familiar y consumista que les ha sido implantado en el cerebro por el propio sistema se resiente y comienza a resquebrajarse, esos mismos miles de personas dejan de ser sonrientes ciudadanos modelo con tarjeta de crédito entre los dientes y se transforman en potenciales zombis despeinados, mal vestidos y capaces de cualquier cosa porque, después de haber perdido casi todo, no tienen nada más que perder. Y, entonces, son peligrosos. Además de oler mal, que dirían algunos.
Cuando el vaso social está a punto de rebosar, el mejor remedio es la creación de un falso estado socio-mental de alarma, de miedo, de peligro. Esos mismos miles de personas, en medio de su implantada desesperación mental rutinaria, observan las presencias uniformadas y ponen en marcha, como los estrategas políticos ya habían previsto de antemano, el mecanismo de la lógica construida o falacia conveniente: si hay tanta policía, por algo será; menos mal que el sistema me protege…
Lo cierto es que no pasa nada. Pero la idea es que tú pienses que algo ocurre y que te sientas alarmado y en peligro. Aunque no sea más que una falsa evidencia aparentemente real. Y que sigas inmóvil calladito, sin mover un dedo… mientras dejas que el sistema te proteja de algo que no existe pero cuyo pensamiento te neutraliza.
¿A ti te parece normal sentir miedo de algo que no existe?
¿Y, simplemente, sentir miedo?
Continuará…